Reseña
Esta basílica, de estilo gótico francés, pertenece a la Congregación de Misioneros Redentoristas, que llegó a nuestro país en 1876. La construcción de su templo se inició en 1904.
Fue el hermano Gerardo, perteneciente a la misma orden, quien estuvo a cargo de la obra, puesto que ya había realizado trabajos similares en Madrid, Roma y Paris.
La crisis económica y la Primera Guerra Mundial complicaron la llegada de materiales para terminar la basílica, lo que obligó a aplazar su inauguración hasta 1926, año en que fue declarada Basílica Menor por la Santa Sede.
Historia
La basílica fue construida por la Congregación de Misioneros Redentoristas, fundada por el napolitano Alfonso de Ligorio en 1732.
La orden llegó a Chile en 1876 y se instaló al suroeste de la ciudad, en un sitio casi despoblado que les fue cedido por la familia Ugarte. La callejuela vecina, Hermanos Ugarte, tomó el nombre de San Alfonso y quienes vivían en los alrededores se transformaron en los primeros feligreses.
En 1904 comenzó la construcción del gran templo, que se prolongó por 20 años. Los planos de la basílica estuvieron a cargo del hermano Gerardo, destacado arquitecto que había ingresado a la orden y que diseñó las iglesias de la congregación en Madrid, Roma y París. Además formó un grupo de 15 hermanos arquitectos.
De las canteras de San José de Maipo se extrajo la piedra utilizada para las bases, zócalos y gradas, al igual que los grandes bloques de piedra monolítica que, tallados en la misma iglesia, dieron lugar a las altas columnas que embellecen el interior.
A Francia se encargó el órgano y los vitrales que rodean el altar. Los restantes se trajeron de Bélgica, al igual que las puertas y el magnífico Altar Mayor, hecho de mármol y bronce, que lleva en el centro una imagen de la Virgen Bizantina del Perpetuo Socorro.
La crisis económica y la Primera Guerra Mundial provocaron la demora de la obra debido a las dificultades para importar materiales. Recién en 1919 fue bendecida la iglesia y sólo en 1926 se inauguró el Altar Mayor.
El mismo año, la pavimentación de la Avenida Blanco Encalada le dio el marco necesario a esta imponente basílica, capaz de acoger a tres mil personas y que dio un nuevo valor al naciente barrio Club Hípico.
Avenida Almirante Blanco Encalada, 2950, Santiago.