Es uno de los barrios comerciales más típicos de Santiago, cuyas calles son una permanente invitación a vivir la diversidad, historia y vigencia de este sector de la ciudad.
Su origen está marcado por la construcción de la desaparecida iglesia y colegio de San Diego en el siglo XVIII -perteneciente a la orden Franciscana- y el nacimiento de la avenida del mismo nombre, usada como la salida hacia el sur de la Capital.
Ya en el siglo XX y debido a la expansión de la ciudad, San Diego mostraba el sello comercial que lo caracteriza en la actualidad, donde es posible encontrar comercio a pequeña y mediana escala, en un entorno que no pierde el espíritu de su pasado.
Sus calles también fueron testigo del apogeo de la bohemia santiaguina, con una intensa vida nocturna y grandes letreros luminosos, que llamaban a la entretención vespertina.
En su extensión, desde la Avenida Libertador Bernardo O’Higgins hasta el barrio Franklin, destacan locales de venta de bicicletas de factura nacional, los conocidos libreros que venden diversidad de textos a bajo precio, teatros e invaluable patrimonio como la bellísima Basílica del Santísimo Sacramento, construida en la segunda década del siglo XX e inspirada en la basílica del Sagrado Corazón de París.
Es un barrio, cuyos antiguos letreros de “cordonerías” “cantinas” y “picadas”, son reflejo de un territorio con memoria, que no muere y sigue dando vigencia y colorido a este típico rincón capitalino.